sábado, 30 de agosto de 2008

Bifurcación inverosímil

Qué habría pasado, cómo sería yo ahora si en alguna de las decisiones que a lo largo de mi vida he tenido que tomar hubiera elegido otra opción, otro camino. ¿Era aquello lo correcto?

Millones de senderos paralelos a mi alrededor. Quién sabe si a medida que siga decidiendo por cual continuar me volveré a unir a alguno de ellos. Unos me seducirán, otros me mirarán de soslayo, mal encarados, y pasarán de largo. Dudaré en ocasiones si subirme al carro o ir por el embarrado. Quizás los demás no existan y signifique que siempre he acertado, y que todo camino alternativo siempre fue ilusión dejada en el pasado. O quizás dé igual cual tomar si todos conducen al mismo destino.

Millones de personitas paralelas pululando cerca, las siento; a veces me da la impresión de que puedo verlas... ¿Será alguna mejor que yo? ¿Se enfadarán conmigo por no haberles hecho caso? Quizás se reúnan para echar pestes contra mí, o quizás sus fuerzas se aúnen para podar las zarzas y asfaltarme el horizonte.

Millones de situaciones paralelas que no viviré para contar, o que no contaré cómo viví.

Deseosa de llegar a mi próxima bifurcación, sin saber si izquierda, derecha o campo a través...me vendaré los ojos para no ver...

viernes, 15 de agosto de 2008

Vacaciones 2008: Callo Malayo

Pasó ya casi una semana desde que mis vacaciones levantino-mediterráneas dieron fin y volví al frescor cantábrico. Con el ajetreo de ver a la familia y volver a asentarme había postpuesto hablar de mi visita a la Expo de Zaragoza, y todas las "anécdotas" - por llamarlas de alguna forma - que ese día conlleva.

El sábado 9 de Agosto, tras empaquetar todos mis bártulos y un madrugón atroz, salimos de Castellón con destino Gijón y parada en Zaragoza. Teníamos planeado salir a las 6, para llegar a Zaragoza a poco más de las 9, acceder a la Expo y pasar allí el día entero hasta medianoche, momento de abandonar la capital aragonesa para buscar algún hotel de carretera en el que pasar la noche. Pero todos sabemos que en la práctica no todo sale como queremos; a veces por causas ajenas a nosotros, y otras porque tenemos un padre un tanto cabezota (¿Cómo era aquello de las astillas y los palos?).

Por ello finalmente salimos de casa a las casi 7, pese a que yo llevaba una hora preparada esperando a que él se dignara a terminar de hacer su maleta, y cuando llevábamos apenas 20 minutos de ruta, se le antojó parar a desayunar en La Vall d'Uixó, alegando que no bajaríamos a Sagunto a coger la autopista, que nos ahorraríamos 60 kilómetros yendo por las montañas. Todos los padres traen programada de fábrica la capacidad para elegir digamos "caminos alternativos"; algunas veces -como ésta- salen bien, y otras no tanto...

Entre pitos y flautas, llegamos a Zaragoza pasadas de largo ya las 11 de la mañana. Pero no fuimos directos a la Expo como yo le indiqué, sino que se le antojó llevarme al centro, para enseñarme la Basílica del Pilar (la cual al final sólo vi y fotografié de lejos) y no se qué puente (que no encontramos). Yo quería haber llegado a la Expo lo más pronto posible, porque aunque dentro acabas agotado siempre es poco tiempo para verlo todo, pero estaba claro que mi padre estaba saboteando el día que yo había planificado...

Por fin entramos en la Expo, mas allá del mediodía. Cada día era el día de un país, con más espectáculos que de costumbre en su pabellón. Ese Sábado era el día de Mozambique, y curiosamente no entramos a su pabellón. No entramos tampoco a muchos otros. Yo diría que la Expo es como una inmensa feria de muestras, donde cada país muestra un poquito de su cultura, aprovechando para vender algunos productos típicos. Algunos países se dedicaron más a la cultura, y otros desgraciadamente nada mas que a sacar dinero a los turistas. Me cayeron mal especialmente los de Yemen, que trataban de ponerte los productos en la mano y no sabías ya como driblarles.

Destacar los pabellones del Mediterráneo profundo: Turquía, Túnez, Egipto, me gustaron bastante. Me decepcionaron algunos europeos como Bélgica (que se dedicaron exclusivamente al chocolate), o Alemania con sus salchichas apestosas...

Aquí estoy en el pabellón de Túnez:


Y aquí en el de la India:



Sin embargo, el momento cumbre del día es para Malasia, que consiguió sorprenderme, pero no sé si para bien o para mal. Cuando entramos en su pabellón iba a tener lugar un bonito espectáculo de danzas típicas del país, así que decidimos quedarnos. Hasta ahí todo bien, grabándoles y haciéndoles fotos mientras bailaban, hasta que un lugareño vestido con plumas y taparrabos se acercó a mí desde el escenario. Asustada, dejé de grabar y le di la cámara a mi padre, pero de nada sirvió: ya era tarde. El malayo (por dios, ¡qué feo era!) me tendió su mano invitándome (u obligándome) a subir al escenario con él. De las 150-200 personas que habría allí tuvo que escogerme a mí... ¡A mí! ¡Por qué! ¡Por qué yo! El ridículo llegó cuando me colocó un sombrero de plumas en la cabeza y unos abanicos en las manos y me dijo que les imitara a él y a su compañera... No sabía dónde meterme. Al final, y profundamente resignada, me lo tomé con humor, dedicándoles alguna que otra sonrisa burlona que pretendía querer decir que la venganza es un plato que se sirve frío. Aunque todos sabemos que jamás podré vengarme de esos dos...

El resto de la jornada sin mayores complicaciones. Cenamos en un pabellón donde cada comunidad autónoma nos ofrecía sus productos típicos. Por supuesto el de Asturias era el más concurrido. Tras eso, algún que otro paseo más, recordando que el tema de la Expo de este año es el agua, y por todas partes estaba este preciado líquido: por los edificios, en los pabellones de los paises, en los espectáculos...




Ya avanzando hacia la salida, nos acercamos al anfiteatro donde iba a tener lugar el concierto de David Civera. Nos quedamos un poco a ver a sus teloneros, unos tal "Puturrú de fuá", que pretendían ser medio cantantes, medio cómicos sin gracia. Cansados, nos fuimos antes de que llegara Civera a la 1 de la mañana.

Avanzamos por la carretera nacional que llegaba a Logroño (porque la autopista que iba a Bilbao era de peaje, y mi progenitor quería librarse un poco de esto, además a él le encaaaanta ir viendo pueblos, aunque sea de madrugada). Llegamos a la comunidad de Navarra, y pasamos noche en un hotel de un pueblo llamado Castejón. Cómo se aprovechan, no sé ni por qué se permite el lujo de tener 3 estrellas, y menos aún de tener esos precios. Pero no había otra opción.

A la mañana siguiente, nos levantamos a las 10, desayunamos en la cafetería, y emprendimos nuestro camino. Si deberíamos haber tardado cinco horas a lo sumo en llegar a Gijón (seis parando a comer), nosotros tardamos ocho, gracias a ya sabemos quién y los malditos caminos alternativos de los que no voy a entrar en detalles porque me enciendo. Comida en Torrelavega (Cantabria), y pasamos fugazmente por Comillas y Cabezón de la sal, que aunque ya los conocía de pequeña no me acordaba bien.

Alcancé Gijón sobre las seis de la tarde, y con ganas de darme una buena ducha, me despedí de mi padre, que se iba a casa de unos familiares. Cogí mi maleta y mi portátil, y me fui a casa. Por fin un clima en el que se puede vivir, y no como ese calor que no te deja conciliar el sueño por las noches...

Aunque yo duermo hasta de pie.


domingo, 3 de agosto de 2008

Vacaciones 2008: Campus Party llega a su fin.

Un año más hemos disfrutado de la Campus Party como hemos podido. Para mi gusto, este año con ambiente un tanto enrarecido. Veremos como se sucede en años venideros.

Hoy es sábado noche, a lo largo de estos 6 días hemos podido asistir a talleres y conferencias (que al final no lo hice, porque o bien llegaba tarde, o bien no se impartían), ir a quedadas (como la japonesa o la de software libre), participar en proyectos de campuseros para campuseros (radio Campus, o mismamente el Calendario Geek de campuseras), despendolarse un poco (con los archiconocidos botellones, o de fiesta por Valencia), guardar para el recuerdo pequeñas anécdotas que hacen que cada campus sea diferente (este año destacaron las invasiones espartanas a pabellones, la insistente canción de titanic de los megáfonos y el grito sucesor del aburridísimo "Patxi": "Bukkake").

Pero como siempre, me quedo con lo mejor: el poder ver a gente con la que hacía un año que no te reías...



Nos vimos en Valencia.