martes, 7 de agosto de 2007

París VI y despedida

El lunes amaneció lloviendo a cántaros. Había convencido a Iván para pasar el último día de tiendas, y comprarme algo de ropa, pero no contaba con el temporal. Así que sin querer el se salió con la suya y yo me quedé con las ganas.

Con esa lluvia poco apetecía... así que como era el último día y ya habíamos visto lo más importante, decidimos remolonear un poco en la cama.

Poco antes de la hora de comer, nos dirigimos hacia Saint-Michel, un pueblecito colindante en las afueras al norte de París. Allí se encuentra la conocida iglesia de Saint-Michel, y era algo personal el que yo quisiera verla. No es espectacular, y tiene bastante antigüedad, pero era conocida; en mi caso, la conocí al leer el libro "Los Pilares de la Tierra", de Ken Follet. Me encantó la precisión con la que el autor describe todas las iglesias, castillos o catedrales que los personajes de la novela se van encontrando a su paso. Así que, ya puestos, me asomé a ver si se parecía a lo que yo me había imaginado.

Estuvimos muy poquito tiempo allí, lo justo para ver la iglesia, y hacer las fotos pertinentes. Por alguna razón, en pleno Lunes, todas las tiendas y comercios de Saint-Michel estaban cerrados, y entre eso y la lluvia poco más se podía hacer. Es en este punto cuando dimos por terminadas las excursiones por París.

Cogimos el metro de camino al hotel sobre las 3 de la tarde. Nos bajamos una parada antes para evitar hacer un transbordo de una parada cuyo tren tardaba 20 minutos en llegar. Entonces vimos un restaurante japonés de comida para llevar, y nos pedimos nuevamente nuestro adorado sushi, acompañado de ensalada, arroz y sopa de miso.

Ya con la comida en nuestro poder, caminamos calle abajo por el Boulevard Berthier hasta llegar, a través de la plaza del Mariscal Juin, al Boulevard Pereire, lugar de comienzo de todas nuestras expediciones y donde se sitúa nuestro hotel.

Disfrutamos de la comida mientras nos reíamos con algún que otro capítulo de Futurama y Padre de Familia. Y después... simplemente NADA. Reposamos tranquilamente, mientras veíamos las fotos que habíamos hecho o comentabamos experiencias vividas.

Por la noche, comenzamos a empaquetar nuestras pertenencias, ya que a las 4 am teníamos que estar dirigiéndonos al Palacio de Congresos (a unos 20 min andando), para subirnos al autobús que nos llevaría al aeropuerto.

Ya en el aeropuerto, facturamos y desayunamos (qué caro, por cierto). Esperamos por allí a que nos llamaran a la puerta de embarque, y desde lo alto dijimos adiós al país vecino.

Llegamos antes de la hora prevista, y llegados a este punto comentar la anécdota del desmayo de una señora en pleno vuelo, con la correspondiente voz de cabina que decía "¿Hay algún médico en el avión?". La respuesta, contraria a las películas, fue nula. Al aterrizar, ya estaba en la pista la ambulancia que atendió sin problemas a la señora.

Recogimos nuestras maletas y nos vinimos para casa.

Y...ya está. C'est tout.

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